Tuesday, June 12, 2007

Guerreros y Oráculos


(Se recomienda leer este escrito con la canción Bittersweet Symphony de Verve de fondo)


Existe una sinfonía inédita, que aún no tiene compositor, ni conductor. Una sinfonía que aún no conoce sus instrumentos, una sinfonía entre guerreros y oráculos en la vereda que lleva al fin del mundo. Él y yo, y ahora tú que lees, evidenciamos este instante plasmado entre notas musicales y granos de arena haciendo su paso por el cerviz del reloj de cristal.

“No hubo palabras, ni roces, solamente la brisa entre sus existencias y miradas a las heridas cicatrizadas. Desde la distancia se confundían, de momentos, con la oscuridad y las estrellas como si hubiera alrededor suyo un gazebo de cristal que nuestros ojos humanos no podían distinguir. Veíamos el humo generado por el calor de sus respiraciones al enfrentar el frío del momento. Danzaron alrededor de sus cuerpos sin apartar sus miradas, como si pagaran cuentas viejas, intrigados por las vueltas de la imaginación. La imaginación que no conoce límites ni excusas de tiempo y espacio.

Impredeciblemente se detuvieron cuando el guerrero colocó su mano en la nuca del oráculo paseándose por la cuenca de su espalda. La tomó por sorpresa, como si en ese espacio y momento sus poderes quedaban disminuidos a sentires terrenales. Se respiraron mutuamente, irguiendo cada vello de la piel creando notas musicales. Cada nota un dedo paseando por la espalda, cada cambio de nota unos labios sobre el cuello, cada armonía unas manos enredadas en el cabello. Acariciaron sus hombros hasta contarse todos sus secretos.

En sincronía, los cuerpos comenzaron a elevarse y sus respiros entrecortados, descontrolados supieron a éxtasis en la distancia. Comenzaron a amarse en un baile sin riendas, suave, tenso, contínuo como solamente se conocen dos amantes, como solamente se leen dos almas antiguas. La fisicalidad desvaneció y las almas centenarias volvieron a encontrarse como en el pasado, una y otra vez.

Hubo llanto y risas. Los cuerpos cedieron mientras el espíritu se mantuvo. Las pieles perdieron sus límites. Las células se desintegraron entre gotas de sudor. Quedaron dos luces haciéndose una; cegando, pulverizando todo a su alrededor, sin principio y ciertamente sin fin. De entre las cenizas se formó un remolino que elevó al cielo los desechos de esos cuerpos y los rehizo nuevamente para que se re-encontraran y se deshicieran una vez más. Esta vez con mayor fuerza, dinamo de revoluciones incontables, de energía inagotable, creciente…siempre creciente. Vibraba todo a su alrededor, lo hacían suyo, no porque les perteneciera, sino porque lo deseaban. La vibración de esos dos entes fue de tal magnitud que en un explotar orgásmico rompieron cristales, detuvieron el tiempo, giraron el mundo 360 grados a su alrededor en cámara lenta. Sus bocas a medio abrir emanaban gritos desgarradores hasta evocar ecos en medio de vendavales, uniendo pelvis, comprimiendo pechos, donde hubo aguas corriendo, caos organizado, entropía de anatomías…y de repente quieto…todo quieto.

En esa quietud fuimos todo y todos en el universo y todo y todos fuimos parte de esos dos cuerpos. Por un instante el Universo nos envidió, los envidió pues es soledad y frío. Se limitó a ser partitura de esta pieza de muerte y vida en la fenomenología de los nanosegundos previos a la despedida del encuentro del guerrero y su oráculo antes de refugiarse en el silencio de lo desconocido e inevitable.”

Trabajo colaborado por Y.S.B. y un autor que prefiere permanecer anónimo al cual llamaré Guerrero de Muertes © 2007.

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